A la ciencia, parece evidente, se le antoja irrelevante lo que sostenga la mayor parte de la opinión pública: los hechos son los hechos, y las opiniones valen poco al respecto: analizar los hechos requiere de complejos estudios o ensayos de laboratorio. Progresivamente, el mundo se está tornando un lugar tan complejo, técnico y lleno de información que la opinión pública empieza a ser un lastre. Es decir, que cada vez resultará más espinoso preguntarle algo a propósito de cualquier asunto a ella, a la opinión pública.
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