El hecho de que se haya utilizado a miembros de los servicios del Estado y medios públicos para beneficiar al partido en el Gobierno y para mediante la comisión de delitos intentar perjudicar a un partido legal y con representantes democráticos para impedir su llegada al poder es el mismo cuento que el del Watergate. Por eso, todo demócrata debería escandalizarse independientemente de lo mal o lo bien que le caigan los espiados o los que ordenaron espiar. Todo demócrata debería querer saber hasta dónde llegaba la cadena de responsabilidad.
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