Mientras los Aizu lucharon valientemente desde las torres y las trincheras, la mayoría de las mujeres se mantuvieron en un segundo plano, invirtiendo su energía en cocinar, en vendar y en deshacerse de las balas de cañón que atacaban el castillo noche y día. Pero para Nakano Takeko, una onna-bugeisha, la primera línea de defensa era la única opción válida. Takeko, enfrentada al poderoso arsenal del ejército imperial, lideró una unidad no oficial de entre veinte y treinta mujeres en un contraataque al enemigo.
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