Si comparamos cuantitativamente las veces que aparece una mujer en un documento escrito durante el Antiguo Régimen, comprobaremos que la proporción con respecto a lo que ocurre con el hombre, es infinitamente menor. Pero figura, está. La ignoramos y maltratamos para lo que nos conviene, porque luego, en las tareas cotidianas del mar, la tierra o la casa, los hombres sabemos que es el pilar en el que se sustenta el entramado social y económico de esta época, en concreto, y de la historia de la humanidad en general.
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