El monte se ha convertido, o se está convirtiendo, en una especie de gimnasio gigante. Hay una religión moderna de la ascesis de la que el gimnasio es el templo, y el monte se está convirtiendo en la versión gigante y al aire libre de ese templo. El montañero que corre desplaza al que anda. La velocidad se impone sobre la no velocidad. Se imponen. Primero ellos y su reto, su desafío, y luego los demás, y si te cae una piedra, te jodes. El running impone su presencia.
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