Antes de nuestra era, el papel de la mujer en la milicia siempre fue testimonial, reducido a tareas auxiliares, excepto en un puñado de casos exóticos. Son conocidos los casos de la reina guerrera Nzinga de Matamba (Angola siglo XVII), que bebía la sangre de los portugueses y tenía un harén masculino; o las cuatrocientas guardias femeninas de Mongkut, el rey de Siam. Pero, sin duda, las más famosas fueron las amazonas de Dahomey, que pagaron con sus vidas el alarde de valor que demostraron en el campo de batalla ante la Francia colonial.
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