Tienen tanto dinero que carecen de todo lo demás. Ni pudor, ni honor, ni puñetas. Ese instante en el que Infantino y Al Thani van detrás de Messi, con la túnica ya puesta, como perritos falderos mientras el capitán sólo tenía ojos para los suyos antes de levantar el trofeo es ya icónico. Un monumento al bochorno que se podían haber ahorrado si no fueran tan patéticos como para no respetar las reglas básicas. La camiseta no se mancha.
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