Un mural pintado a las puertas de una escuela en el barrio de Pompeia, en São Paulo, muestra una imagen que funciona como un buen bofetón: un niño brasileño llora hambriento en la mesa, cubiertos en mano, delante de un plato sobre el que no hay más comida que un balón de fútbol. Su autor es Paulo Ito, que se considera un “pintor de la calle” y que asegura a La Marea que pretendía “dar otro punto de vista del Mundial, uno que sirviera de contrapunto a la situación actual (que es la de siempre) de Brasil”.
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