En los años universitarios, ligarse a una pija era como matar un tigre, como derribar de un golpe a Apolo Creed, como ganar las elecciones generales. El que se ligaba a una pija una noche obtenía cien años de respeto, se le hacían loas y églogas y empezaba a ligar, de forma mágica, con todo bicho viviente. Yo jamás lo conseguí. Y Astur, uno de mis maestros en el arte del aquí te pillo aquí te mato, siempre me explicaba por qué. Me daba una lección que le vendrá bien a Albert Rivera después del enésimo fracaso en el CIS.
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