El aire chisporroteaba, la atmósfera estaba tensa, cargada, pequeños chispazos eléctricos que flotaban en el ambiente de la habitación anunciaban la llegada. El escritor notó esos pequeños detalles y levantó la vista del papel empequeñeciendo sus ojos y concentrando su mirada en el vacío. El androide apareció bruscamente, materializado sobre la alfombra donde segundos antes solo había suciedad y ácaros, erguido, aunque con la cabeza ligeramente inclinada.
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