En la España de la época todo el mundo tenía un amigo, que tenía un primo, que tenía un vecino que era el conductor que se había encontrado con el Rey en aquella carretera desierta. La historia, que no pasaba de ser más que una leyenda urbana, tenía sin embargo una lectura sociológica: el monarca representaba a alguien bien considerado que ayudaba al pueblo pero que, por contra, contaba con una vida secreta. Varias décadas después, seguramente cuando la vida personal de Juan Carlos empezó a resultar incontrolable y peligrosa para la estabilidad
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