El ludismo no es tecnofobia, sino lucha de clases. El avance tecnológico no impacta igual sobre todos: a los empresarios los ayuda a reducir costes, mientras que a los trabajadores los obliga a un proceso de reconversión en el que sus habilidades quedan obsoletas. Siguiendo el ejemplo anterior, nadie le garantiza al ilustrador más cotizado que se convertirá en el operador de IA que mejores ilustraciones obtiene. "La gran lección que nos ha enseñado el ludismo es que los humanos no somos capaces de proyectar el impacto de las máquinas.
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