Hadim durmió en la Plaza Victoria, entre cartones y amigos, compañeros de viaje. Al día siguiente de un lunes cualquiera de septiembre, continuó su camino. No sé dónde está. Sólo sé que cada político que decide repatriar a quien se atreve a vencer el miedo, debería sentarse delante de Hadim y explicárselo. Que en esta Europa no hay lugar para los valientes. Paso por paso.
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