Son malos tiempos para sobresaltar al personal, pues el confinamiento y la preocupación sobre el futuro han despertado el monstruo de la ansiedad. Ése que trepa desde el plexo solar hasta la base del cráneo y aleja la calma del cuerpo. En tiempos en los que los ciudadanos tienen las preocupaciones a flor de piel, no parece muy responsable transmitir fatalismo, pues todo el mundo sabe que la Biblia culmina con el Apocalipsis, pero nadie espera sufrirlo.
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