Cuando fuiste a la universidad, no sabías que pedías casi un imposible: que se cumpliera la mitad de la mitad de lo que te habían prometido los centros de educación superior, los medios y la sociedad durante años de campañas de marketing y periodismo happy. Formabas parte de la generación mejor preparada y sabías que igual no llegarías a ser un líder como decían, pero tampoco creías que la palabra «líder» en aquellos anuncios significase, en realidad, «precario», «temporal» o «carne de cañón».
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