Se trata de uno más de los enigmas de la mente humana de la que tan poco se conoce. Mujeres que se declaran enamoradas de criminales, psicópatas y asesinos. Les mandan kilos de cartas y regalos a la cárcel. Se agolpan en las salas de los juzgados, donde declara el sujeto al que admiran para ponerle ojitos, coquetear con él por los pasillos, o intentar cruzar con él una mirada o un roce, sólo impedidas por los guardas que custodian al acusado.
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