Lejos de toda modernez, el proyecto de la Casa del Partido falangista era de una apabullante pesadez, una versión industrial del Escorial. Pero desprovisto de casi toda señal exterior de que era una organización fascista, el Movimiento se trasladó a la calle de Alcalá, nº 44, donde vegetó durante 30 años hasta que, la noche del 7 de abril de 1977, los operarios desmontaron el yugo y las flechas de madera pintada de rojo, de diez metros de altura, que estaba incrustado en la fachada del edificio y todo terminó.
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