El 6 de mayo de 1870 más de cien mil escoceses llenaron las calles de Edimburgo al paso del cortejo fúnebre de uno de sus hombres más ilustres: James Y Simpson (1811-1870). Su muerte congregó a todo tipo de personas, desde hombres hasta mujeres y desde niños hasta ancianos. En la mayoría de ellos había un denominador común: habían sido intervenidos quirúrgicamente sin sufrir dolor alguno.
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No tardó en desarrollar un sistema de extracción de vacío, que sería el precursor de la ventosa obstétrica, y más adelante un instrumento -con forma de tenazas- que servía para extraer al feto en los partos complicados, el llamado fórceps de Simpson.
Partos más seguros,operaciones sin dolor gracias a la anestesia pero los religiosos tratando de poner palos en las ruedas.