El hijo de Miriam, Raúl (18 años), desapareció de la noche a la mañana de su vida en España -llevaba más de tres años estudiando aquí-, de su instituto, de sus amistades y de su familia y, tras 40 horas en comisaría -el plazo máximo para retenerlos allí sin ponerlos a disposición judicial es de 72-, salió de Barajas rumbo a su Honduras natal. En ese tiempo, nadie le dio un miserable cepillo con el que asearse. Tampoco nadie informó a su madre de su marcha: se enteró ocho horas más tarde.
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