El final de ETA se llevó por delante el trabajo de miles de escoltas que durante los años de plomo protegieron a políticos, magistrados, periodistas y ciudadanos amenazados por la banda terrorista. Ahora reivindican su trabajo y reclaman que se les recoloque protegiendo a las víctimas de violencia de género. Con el fin de la violencia vinieron los ERE salvajes de la empresas de seguridad y muchos nos quedamos en la calle después de años dedicando muchas horas del día a la protección de cargos públicos –cuenta Manuel Jiménez-.
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