Remar sin objetivo a islas perdidas, peinar palmo a palmo bosques ignotos y caminar treinta veces por las mismas almenas del mismo castillo porque primero nos piden 5 lanzas, luego 10 y después 15. Una máxima de los RPG, esos juegos de rol infinitos donde el escenario está lleno de cosas por hacer que irás descubriendo de manera visual o textual, amontonando decenas de encargos —a los que nunca daremos carpetazo—. Un museo de promesas rotas. Si tus últimas vacaciones las pasaste haciendo de repartidor de Glovo en ‘Death Stranding’...
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