la estatua del Auriga de Delfos ha llegado hasta nuestros días en un excelente estado de conservación y no ha sufrido ningún proceso de restauración gracias a que quedó sepultada tras el gran terremoto acontecido en el año 373 a.C. De esta manera permaneció oculta, privada de cualquier saqueo o destrucción, como así ocurrió con el resto de esculturas monumentales elaboradas en bronce que engalanaban el santuario de Apolo en Delfos.
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