Al parecer, la algarabía y la histeria aumentaba considerablemente cada vez que el presidente mencionaba las palabras ética y transparencia, haciendo que los chimpancés se estrellaran la cabeza contra los barrotes de la jaula, además de seguir riendo, vomitando y meándose a la vez. Los que no caían desmayados por los golpes metían la cabeza en los bebederos o intentaban acuchillarse el pecho con una banana, “cualquier cosa por dejar de reír un instante”, cuenta el veterinario jefe.
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