A algunos se los llevó el olvido sin dejar registro. A otros los diluyó para siempre el tiempo. La lluvia ácida de los años y la humedad de la tierra hizo que no quedara apenas rastro, ni siquiera el óseo. Los más afortunados de la desgracia esperaron 80 años a que las palas rescataran su dignidad enterrada. Sus fosas fueron encontradas después de coser relatos, interpretar recuerdos y relacionar documentos. El suelo no habla, pese a que podría contar la profundad de la crueldad humana. Bajo él se esconde la vida, también la muerte y el olvido.
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