Reconozcámoslo: las alegrías deportivas no generan empleo masivo ni estable, ni ayudan a mejorar la sanidad, ni la educación, ni las pensiones, ni ocultan el drama de los refugiados, es decir, no son susceptibles de entrar per se en campaña electoral, pero ¡qué caramba, quitan las penas por un rato y edulcoran los tragos amargos, al menos para el que gana!
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