En el apogeo de la Guerra Fría, el Departamento de Defensa de Estados Unidos desplegó una nueva arma para combatir al comunismo: el jazz. Pero el arte debería rechazar ser usado como una herramienta política. Durante 20 años, envió a sus mejores músicos -Dizzie Gillespie, Louis Armstrong, Duke Ellington– a tocar en África, Asia, Medio Oriente e incluso en la Unión Soviética, donde Benny Goodman tocó su clarinete en la Plaza Roja, en una batalla entre corazones y mentes.
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