Neones verdes, rojos, naranjas. Fachadas oscuras, opacas, que hacen al cliente invisible desde el exterior. Las casas de apuestas se han asentado en los barrios obreros de las ciudades. Las administraciones públicas las dejaron crecer y ahora, como hongos parasitarios, hacen negocio a costa de la renta de sus huéspedes.
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