“La primera vez que uno nota que algo cambió físicamente es cuando orina”, cuenta Hibo Wardere, de 46 años. Hibo fue sometida a una mutilación de “tipo tres” –en la clasificación de la Organización Mundial de la Salud– cuando nada más tenía seis años. Eso significa que todos sus labios vaginales fueron cortados y luego cosidos juntos, dejándole nada más un pequeño agujero que ella compara con el tamaño de un fósforo. “Es como una herida abierta a la que se le echa sal o chile picante, así se siente”, recuerda.
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