Aquella California de final de los sesenta cuando parecía que todo podía cambiar con solo desearlo, con un gesto o un pañuelo de flores, con solo emigrar a otro sitio donde esperaba la era Acuario o con fumar marihuana o paladear LSD, que entonces parecían tan inocentes y prometían eternos paraísos psicodélicos donde siempre iba a reinar el amor, el sexo y la felicidad...
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