Un colegio jesuita de finales del siglo XIX muere herrumbroso y fruto del descuido en la parroquia pontevedresa de Camposancos con el río Miño a su faldas y frente a la población portuguesa de Caminha. No hay ninguna indicación desde la carretera que permita llegar hasta lo que queda de sus muros para poder vislumbrar la enormidad de sus dimensiones. A los pies de la fachada un hombre regenta un puesto de helados que da servicio a los viajeros que cogen el transbordador para cruzar el río a Portugal sin conocer la dramática y terrible historia
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