Fue la niña de azul, pero no en el colegio de monjas. Berta Ojea no fue a la escuela porque estaba “malita del corazón” y tuvo que aprenderlo todo en casa. Tetralogía de Fallot: “La sangre arterial se mezcla con la sangre venosa y yo me ponía moradita”. Aquel retiro también fue interior: la cría se empapa de lecturas y descubre el mundo: “A los diecisiete años, ya había leído todo Proust”. De mayor quería ser astronauta o santa. También la cajera que se reivindica como empleada del mes, pero esto lo cuenta ella luego.
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