Cristina (32 años) estaba paseando de vuelta a casa por el madrileño barrio de Sanchinarro cuando notó algo raro en su brazo. Se examinó rápidamente, asustada. No se lo podía creer: había recibido un balazo de un perdigón. En la calle y a plena luz del día. Escuchó cómo otros dos chicos estaban en su misma situación: “¡Nos han disparado!”. Pero se dieron cuenta de que el origen de los tiros estaba detrás de una ventana de una vivienda de la calle. Y, tras la mira del arma, un niño pistolero.
|
etiquetas: sanchinarro , perdigón