Se presentaba ante el mundo como la heredera alemana de una fortuna estimada en unos US$67 millones. Delvey vivía en hoteles cinco estrellas, vestía ropa de diseñadores de alta costura, asistía a fiestas exclusivas, viajaba en aviones privados y daba generosas propinas de US$100. Sus credenciales pronto le ganaron un lugar entre la alta sociedad de Nueva York.
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