Un pequeño barrio de 3.000 habitantes en la periferia de Buenos Aires —Villa Azul se llama—, cercado con vallas, lleno de policías y de funcionarios de salud, "con vecinos caminando las calles o subidos a los techos, pidiendo comida, agua y testeos", como relata La Nación este miércoles, ilustra con toda la crudeza la lucha contra el coronavirus, sus fragilidades y sus límites.
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