La oferta prometía que los ganadores pasarían una noche de ensueño en una atalaya de la fortificación de la sección de Badaling (con más de 2.000 años de antigüedad) que iba a ser reconvertida en habitación doble para esta ocasión. Después los huéspedes degustarían menús gourmets personalizados, platos que iban a representar cada aspecto de la cultura china y las tradiciones culinarias de su gente. Un privilegio que pasaba por encima de las barreras económicas, pero también de las restricciones burocráticas.
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