Concurso de microrrelatos de Menéame
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El precio por salir de la anémona

Como los tentáculos venenosos de una anémona de mar, los brazos se levantan orgullosos acompañados de ensordecedores seighiels en el momento que el velero Horst Wessel entra en las aguas del puerto de Hamburgo por primera vez.

Nadie se da cuenta en ese momento porque el führerprinzip lo ciega todo como un foco de interrogatorio, pero un tentáculo cruza sus brazos, inocuo y discrepante, frente aquel estallido patriotero.

-¡Vamos August! ¿Qué te pasa? ¡Levanta el brazo!

-No.

-¿Por qué?

-Porque no.

August Landmesser tuvo sus motivos para dejarse envenenar y mover sus tentáculos a favor de la corriente, pero solo le bastó un antídoto contra las neurotoxinas paralizantes de la anémona: el amor a su mujer y su hija, Irma e Ingrid, que jamás podrían ser tentáculos.

-Esto es odio.

-¿Qué dices, August?

-Odio, solo eso.

Un fotógrafo disparó y una bala terminó impactando en August. Tarde. Pero familiarmente mortal. 

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Basado en hechos reales (II)

Benito observaba con un nudo en la garganta a su mujer y a su hijo mayor que, gracias a la cortesía de un viajero del tren, viajaban sentados en un incómodo asiento. El pequeño, Estebitan, no era consciente de la situación y dormía en brazos de su madre.

Llevó instintivamente la mano al bolsillo donde guardaba los pasaportes con visado de turismo. Entrarían como inmigrantes ilegales pero le habían dicho que, si encontraba trabajo, obtendría el permiso de residencia.

Viajaban hasta una localidad francesa y para él era una aventura de final incierto, pero sin alternativa. Trabajando catorce horas diarias, no podía ni pagar los intereses de sus deudas.

Corría el año 1960 y España había salido de la autarquía económica, empujando a la emigración a miles de españoles. Aunque eso no lo sabía Benito. Si le hubieran preguntado, no podría haber dicho ni qué es un arancel.

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Villanos

Tantos peligros nos acechan: odio, cambio climático, xenofobia, bulos. Tantos peligros y muy poco tiempo. Un momento difícil en el que los mejores deberían guiarnos y solo nos iluminan los más tontos. Un momento complicado en que necesitamos a superhéroes y solo hay villanos.

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Día tranquilo

Fue un día de poca actividad en el que básicamente se limitó a observar la ciudad desde lo alto buscando algún problema que resolver, algún criminal al que detener antes de que escapara, algún edificio en llamas del que rescatar a alguna persona o animal atrapado por las llamas. Pero no ocurrió nada de eso y, aburrido, decidió volver a su casa. Le habría venido bien un poco de acción.

Entró volando por la ventana, dejó la capa sobre el respaldo de una silla y se sentó en el sofá al tiempo que encendía el televisor y cambiaba de canal con su visión infrarroja.

Escuchó una voz desde la otra habitación que le decía:

- Cariño: Te toca bajar la basura.

- No me encuentro muy bien. -Respondió- ¿Puedes hacerlo hoy tú por mí?

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Espacio profundo

Mira hijo, aquella es Tesla, la estrella más brillante de la constelación. Las otras dos que se ven juntas más a la derecha son Panamá y Groenlandia, que junto a esa que ves ahí, que se llama Usaid forman la constelación Aranceles. Y si tuviésemos un telescopio podríamos ver la nebulosa de la trompeta que se encuentra en su interior. ¿Verdad que es fascinante?

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Contrabando

Era el novato y me tocó seguir a Juan Saldaña, el constructor, para saber con quién se reunía.

No fue difícil, pero cuando Juan entró en un café, comprobé que no lo esperaba un narco, ni un político: era una chica, muy guapa, treinta años más joven que él. 

La escena fue breve.

Juan le hablaba con vehemencia y ella apretaba los labios. Él intentó cogerle una mano, pero ella la retiró. Ella negó con un gesto. Saldaña se echó hacia adelante, argumentando algo. La chica miraba a la mesa y negaba tozudamente con la cabeza. Saldaña levantó las manos con gesto implorante.

La chica se levantó y Juan le pidió que volviera a sentarse. Luego él comenzó a asentir, hasta que ella le sonrió y volvió a sentarse.

Ninguna frontera tienta más al contrabando que la de la edad y ella acababa de fijar los aranceles.

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Party in the U.S.A

Llegamos a la frontera unas semanas después de que Trump fuera proclamado emperador y allí estábamos, a las puertas del paraíso prometido. La guardia fronteriza habló con nosotros, nos dijo que teníamos que pagar aranceles. Por qué, fue la respuesta, si no llevamos nada. Estáis equivocados: tenéis que pagar aranceles por vosotros. Sois un producto. No os preocupéis, dijeron, hay recompensa: el mismo emperador os recibirá. Dimos todo el dinero que teníamos y sí, era verdad, Trump nos recibió con la mejor de sus sonrisas. Fue un encuentro breve: nos dijo que no habíamos pagado suficiente dinero y que su país no quería extranjeros. El emperador nos ha expulsado de su fiesta. Solo hay lágrimas y una avión que nos lleva a un lugar en que no queremos estar.

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Un martes cualquiera

Rebuscando en el bolsillo del pantalón los 55 céntimos que cuesta el café, el pasillo largo, vacío, son las 7;45 de la mañana.

De camino al despacho de informática, dando sorbitos al café, se agradece que aún no haya gente por los despachos y/o pasillos, porque, seamos sinceros, nos jode mucho que nos llamen según vamos de camino a algún sitio, pero nos gusta que nos pongan cara de pena porque el PC les va lento y nos pidan a ver si podemos hacer algo, porque en el fondo, somos unos narcisistas excelsos.

8:03, toca el teléfono, el comentario se escribe solo "ya empezamos, pues pronto", una voz tenue, temblorosa y desconcertada al otro lado...

"Informática, dígame"

"hola, mira, soy la secretaria de Don fulano"

"Dime, en qué te puedo ayudar"

"Verás, es que esto está muy raro, todos los iconos del escritorio tienen el mismo nombre"

"¿Cómo?, eso no puede ser"

"¿Verdad?, pero te juro que todos se llaman igual".

"Déjame que me conecte", dame tu ID, lo tienes en la pegatina en el ordenador..."

"97658-02"

Después de unos instantes, en el monitor de soporte aparece la pantalla remota, y efectivamente, todos los "iconos" tenían el mismo nombre y la misma extensión, excepto un readme.txt. Con la confusión por cerebro, al abrir readme.txt, aparece un texto en inglés que viene a decir "Has sido infectado por el Ramsonware xxxx, sigue la siguiente URL para saber más y como recuperar tus archivos".

Podría haber sido un martes cualquiera, pero ese día, se desató el Armagedon en una de las empresas estratégicas nacionales y que sumió en un desconcierto total la logística de este país durante unas cuantas semanas.

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