El sábado 22 de febrero, los servidores de Whatsapp, la aplicación de mensajería instantánea para móviles más popular, fallaron. Era la ocasión perfecta para que miles de personas usuarias migraran a Telegram, una alternativa que es software libre. Pero no pudo estar a la altura: el aluvión de 100 usuarios nuevos por segundo tumbó sus infraestructuras. El funcionamiento de ambas se reestableció esa noche, pero el escenario de este tipo de servicios ya había mutado.
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