El editor se llama Felipe Borrallo, tiene una pila de años, fuma y bebe cerveza. Me ha citado en la Plaça del Pi, donde la editorial 'underground' y 'anarquistoide' Makoki tenía su tienda de cómics. Todo ha cambiado mucho por aquí, mucha yogurtería y poco Bakunin, mucho turista y poco punki: él también era más joven. Pero hay una cosa que sigue igual: el cómic que me entrega está tan prohibido hoy en España como entonces. Es, de hecho, el único cómic que no se puede publicar en nuestro país.