Me produce una tristeza íntima la deriva que ha tomado la búsqueda de los restos de Federico García Lorca. Duele la perversión mediática de una causa noble. Como es difícil para mí explicar este sentimiento, recurro a un caso de actualidad: la tristeza sentida al ver cómo el marido de Teresa Romero, la enfermera contagiada de ébola, convirtió la enfermedad de su mujer y el sacrificio de su perro en un caso mediático para sacar dinero con procedimientos propios de la telebasura.
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