Influenciado por el boom mediático, a comienzos de 2013 me hice con una Jawbone Up, una pulsera cuantificadora realmente atractiva. Era invisible, medía mi actividad física y me permitía cuantificarla; un sueño hecho realidad para mi. Las primeras semanas la usaba intensivamente, intentando extraer el máximo de ella y de los datos que me proporcionaba. Pero ese ritmo empezó a decrecer progresivamente, hasta que llegó un momento en el que quedó en el cajón y se deterioró.
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