Como señala Michael Wolff, el 50% de los ingresos de la televisión en su conjunto —un porcentaje inaudito— dependía de los cobros de las suscripciones; por su parte, el internet móvil estaba sitiado y la red, atada, estaba cayendo en el olvido. Esas tendencias, que coincidían con la creciente sensación de que los medios de comunicación habían sobrecargado nuestra atención hasta un punto crítico, sin duda hicieron que pareciese que los comerciantes de atención no tenían adónde ir.
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