Los parques infantiles en Holanda siempre tienen niños. Incluso en los días frescos del final del invierno, a menudo se les ve afanados abriendo y cerrando un grifo del que sale un chorrito que hace de riachuelo, agua que ellos van dirigiendo a un extremo u otro en función de las placas de metal que abren y cierran a modo de esclusas. Cuando llega al último tramo, el agua se desparrama y es entonces cuando otro grupo de niños se pone manos a la obra, amontonando arena y formando diques para frenar lo inevitable.
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