Habitualmente se consumían sustancias como la hoja de coca, y se consideraba normal administrar los estimulantes o llamados tónicos contra el cansancio: inyecciones de estricnina, tinturas con cocaína o los habituales traguitos de alcohol. Es lógico que un corredor más o menos profesional recurriera a cualquier cosa, delirando o superando convulsiones. Hicks, llegado a la meta y repuesto el orden del podio tras la zapatiesta del vencedor que se subió en un coche, simplemente no pudo subir a que los Roosevelt le entregasen la copa.
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