Es 19 de abril de 1967 y Bobbi Gibb sonríe, hace bastante que ha dejado de oír lo que tiene alrededor y dentro de su cabeza solo escucha el bombeo amplio y liviano de su respiración. El ritmo de K.V. Switzer es bastante más lento, aguanta como puede la embestida de ese hombre mayor con chaqueta azul que aprieta los dientes mientras corre tras ella. Tom Miller, su novio de la Universidad de Syracuse, se interpone en el camino de Semple, le agarra y le lanza violentamente al borde de la calzada.
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