Lo que ahora llamamos patrimonios “incómodos” (en realidad, a poco que escarbemos, todos lo son) no deberían ni permanecer intocables, como predica la extrema derecha, ni borrarse del mapa, como quiere la extrema izquierda. Lo que debemos alentar es su uso y conservación crítica, en el sentido que Nietzsche da a la palabra en la Segunda intempestiva, máxime en tiempos, como el presente, de vertiginoso ascenso del culto a la Memoria. Y es que los, digamos, (anti)monumentos históricos son una demostración incomparable de que...