En junio de 1945, la URSS se encontraba en la cima de su poder: la Alemania nazi había sido derrotada, toda Europa del Este estaba firmemente bajo la esfera de influencia de Moscú, y el Ejército Rojo, el más fuerte del mundo en ese momento, se preparaba para entrar en la guerra contra Japón y asestar un golpe decisivo. En estas circunstancias, los dirigentes soviéticos creyeron que había llegado el momento de ejercer presión diplomática sobre Turquía, con la que mantenían una serie de importantes disputas militares, políticas y territoriales.