Cultura y divulgación

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Una normativa para los copistas del Prado

Una normativa para los copistas del Prado

¿Cómo se obtiene permiso para entrar con los bártulos en el Museo Del Prado e instalarse en medio de las salas, cargado con lienzo, caballete y pinceles, para ponerse a copiar una obra maestra? ¿Se puede copiar todo? ¿Qué destino puede dársele a la copia? ¿Hay alguna restricción? ¿Puede obtener permiso cualquiera? Estas y otras dudas nos asaltan en torno a esta práctica académica, y aunque no lo parezca, se trata de una cuestión regulada con gran detalle.
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Marginalias: reflexiones, quejas y maldiciones de los monjes medievales

Durante la Edad Media la única forma de copiar de un libro era a mano. Esta tarea correspondía a los monjes escribas, o copistas: oficio solitario, ingrato, e incluso físicamente devastador. Copiar un libro medieval era un asunto complicado. Se debía trabajar sobre un atril, diseñado específicamente para maximizar la luz natural y permitir que la tinta no se esparciera por todo el pergamino. Si bien estos diseños eran perfectos para el uso de las herramientas, eran terribles para el escriba.
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Bartleby, Akaki y otros copistas originales

Las sucesivas innovaciones tecnológicas acabaron con el viejísimo oficio de copista, amanuense, escribiente, escriba o escribano, que son los sinónimos con los que también se lo designaba. Pero la literatura se encargó de inmortalizarlo en dos personajes que seguramente les resultarán familiares a numerosos lectores: Bartleby y Akaki Akákievich.
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"Copiar en el Museo del Prado es un lujo y un reto al mismo tiempo"

Rosa Pérez Valero y Ana Gulias forman parte del grupo de 16 copistas autorizados por el Prado que, paleta en mano y respetando las limitaciones que marca la institución, hacen de su oficio un modo de vida: de lunes a jueves miran a los ojos de los maestros y de viernes a domingo guardan sus lienzos y los caballetes que les presta el museo. Tienen que dejar espacio a los miles de turistas que, a pesar de la crisis, pasean por las salas del edificio diseñado por Juan de Villanueva a finales del siglo XVIII y ampliado por Rafael Moneo en 2007.
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