En el desierto iraquí, a unos 30 kilómetros al oeste de Bagdad, se alza una impresionante mole que, a primera vista, parece una simple roca erosionada por el viento a través de los siglos. Pero nada más lejos de la realidad, pues está hecha de ladrillos y lo que queda de ella fue en su día el núcleo de un zigurat de 60 metros de altura.