Para aquellos que nos atrevemos a mirar más allá de nuestras narices, el que exista una campaña concertada para desacreditar a un tratamiento barato y efectivo contra la COVID puede ayudarnos a dar explicación a los extraños eventos que se han producido a escala global en los últimos cinco meses. El virus es real, la pandemia es cierta, pero están siendo aprovechados con intenciones políticas que exceden con mucho a los efectos de la enfermedad.

Un análisis que, con una muestra de más de 96.000 personas, concluía que tanto la cloroquina y la hidroxicloroquina en el tratamiento del COVID-19 estaban relacionadas con un mayor riesgo de muerte y con la aparición de arritmias ventriculares. Además, y por si fuera poco, admitía haber sido incapaces de encontrar ningún tipo de beneficio asociado al uso de estos medicamentos.

No se pudo confirmar un beneficio de la hidroxicloroquina o la cloroquina, utilizadas solas o con un macrólido, en los resultados hospitalarios del COVID-19. Cada uno de estos regímenes de medicamentos se asoció con una disminución de la supervivencia hospitalaria y un aumento de la frecuencia de las arritmias ventriculares cuando se utilizaron para el tratamiento del virus.

La Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios (Aemps) alerta de que la cloroquina o hidroxicloroquina, que se están empleando en el tratamiento del COVID-19, pueden ocasionar trastornos del ritmo cardíaco en determinados pacientes, por lo que pide extremar la precaución.

"Confinar al conjunto de la población sin detectar y sin tratar, es digno del tratamiento de las epidemias en los siglos pasados. La única estrategia que tiene sentido es la de detectar masivamente, luego confinar a los positivos y/o tratarlos, como a los casos más riesgosos, puesto que es posible, como lo vimos en China y en Corea: los tests masivos y la prescripción de cloroquina en tratamiento". Tal fue la atronadora afirmación proferida el 26 de febrero pasado por el mejor infecciólogo del mundo, recibida sin embargo con escepticismo e...

La retinopatía por hidroxicloroquina, descrita por primera vez por Braun-Vallon en 1963, se caracteriza por una maculopatía bilateral con la presencia de escotomas paracentrales y que, en el examen fundoscópico, suele presentar una imagen denominada en "ojo de buey", consistente en un anillo parafoveal de despigmentación del epitelio pigmentario de la retina, rodeado por un halo de hiperpigmentación (4). Dado que al principio la fóvea no se ve afectada, la agudeza visual en estos pacientes puede ser excelente. No obstante, si el tratamiento con