U2 decidió abrazar la modernidad en 1991, más de diez años después de sus primeros éxitos comerciales. No fue una decisión fácil, pero quizá fuera la única posible: el grupo había dado muestras claras de estancamiento con Rattle and Hum en 1988 y no parecía factible continuar agitando banderas blancas ni reivindicando a Billie Holiday como si la tradición jazz-blues estadounidense hubiera empezado el momento en que su avión aterrizó por primera vez en Nueva York.